Caminaba bajo el radiante sol. Básicamente no pensaba en nada. Sólo caminaba y caminaba en línea recta. Sólo dos cosas llamaban mi atención. Lo hermosamente desierta de la carretera y el encontrarme con un cartel con un número grabado. Ruta 40. Bien, sabía en que ruta me encontraba... El problema era que no sabia en que provincia. La ruta 40 es famosa por unir de punta a punta la argentina. Alrededor de 4,874 kilómetros de pavimento. En algún punto de está interminable vía me encontraba yo. Por la vegetación y el intenso calor debía de estar en los alrededores de Mendoza.
Mientras
mi mente hacia estos cálculos y suposiciones, mis piernas seguían en régimen.
Era
algo loco, pero tenia como objetivo encontrar a éstas personas, aunque debía
llegar a un pueblo para poder recuperarme. Sabía que esto seria imposible, por
lo menos por ahora.
En
un determinado momento (digo determinado debido a que no prestaba atención a mi
alrededor) vi una casa en las lejanía. Debía estar a no menos de 800 metros
de la ruta. Parecía ser una casa de alguien que cuidaba los campos, aunque poco
de estos quedaba. En la entrada de la ruta me desplome pobre un pilar de
cemento. No lo había notado, pero mi estado físico era deplorable. Había
caminado bajo el radiante sol por quien sabe, 4 hs tal vez. Me levante y comencé a caminar en dirección a la casa, pero está vez a un paso mucho más lento y tranquilo. Llegue a la puerta de entrada, observe un poco los alrededores y a través de las ventanas. Desierto. Gire la perilla y la puerta se abrió sin dificultades, dejando de ver el interior de la casa. Al entrar, pareciera que alguien le hubiese habitado hace no mucho.